17 de Junio. 200 años del fallecimiento de Martín Miguel de Güemes


El coraje, virtud excelsa cultivada por los hijos dignos de cada pueblo, ha fructificado de las más diversas formas en todo el devenir de la historia de la humanidad. Recordemos a Leónidas, con sus espartanos, cerrando el paso a fuerzas casi incontables, sin ceder un centímetro tan solo, y combatiendo a la sombra de las flechas enemigas. Recordemos a los iberos, resistiendo en Numancia, a las poderosas legiones, prefiriendo antes la muerte que la esclavitud ignominiosa. Pero, no debemos olvidar, a los grandes hombres que conformaron el muro más formidable, enclavado en las frías soledades del norte, allá donde termina la planicie e inician las montañas. Nunca debemos olvidar que la libertad fue posible, gracias al sacrificio de esos que hicieron de Salta, de Jujuy, verdaderos infiernos, paramos impenetrables, a las fuerzas que seguían los estandartes del despotismo... Ese muro glorioso estaba hecho con los pechos de nuestros gauchos, ese infierno ardía intensamente porque lo alimentaban las llamas de ¡La Libertad!

Esas huestes que hicieron posible proeza semejante, estaban dirigidas por un dignísimo hijo de estas tierras, cuyo nombre esta grabado en letras luminosas en la magna historia de las Americas: el General Martín Miguel de Güemes. A él pertenecen los hombros que cargaron con la responsabilidad de hacer posible la gesta de San Martín. Sobre él cayeron las mas duras invectivas de las clases acomodadas, cuya intensidad es solamente sobrepasada por la devoción que por el profesaban sus soldados. Pero aquello por lo que lucho, es nuestro.

Nació en el año 1785, en el seno de una familia adinerada. Recibió una educación esmerada, estudiando filosofía en el Colegio Carolino de Buenos Aires. En 1806, combate para expulsar al invasor ingles. Los sucesos de mayo de 1810, encuentran a Güemes del lado patriota. Va con la expedición al Alto Perú, en la que tendrá una actuación decisiva en la victoria de Suipacha (participación ocultada por Castelli, con quien mantiene serias desavenencias). Tras las duras derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, y el desastre de Huaqui, las fuerzas patriotas deben retroceder. El general Balcarce es reemplazado por Manuel Belgrano. Una invasión realista se encuentra en ciernes, suponiendo los comandantes españoles, que los jirones del ejercito rebelde ya no opondrán una seria resistencia. Jujuy misma empieza a moverse, los pueblos del norte son llamados por Belgrano a unirse a su ejército. Se debe ganar tiempo para reorganizar los cuadros maltrechos. Los patriotas, se retiran hasta Tucumán. Allí se detendrán y ya no retrocederán. Güemes dirige a los gauchos norteños, que deberán pelear para volver a sus mismos hogares, en esos momentos bajo el poder del ejército realista. El 24 de Septiembre de 1812, las armas de su Majestad son batidas estrepitosamente por los patriotas, debiendo retirarse apresuradamente hacia el Alto Perú. Los gauchos de Güemes, pueden volver, aunque no podrán descansar un solo instante. Deberán defender la libertad naciente, amenazada de manera constante por las fuerzas realistas establecidas férreamente en el Altiplano.

En abril de 1814 San Martín le confió la comandancia de las fuerzas patriotas de avanzada formada por gauchos de Salta y de Jujuy. La estrategia había cambiado, y la dirección de la gran cruzada, que inicialmente seria hacia el norte, fue desplazada hacia el oeste, hacia Chile. Los guerrilleros altoperuanos debieron replegarse hacia el sur, hasta las posiciones de Güemes. Así la celebre y esforzada Juana Azurduy, se puso a sus ordenes.

¿Cómo organizó sus fuerzas? Conformo una red de milicias que cubría un amplio territorio, desde Humahuaca –con ramificaciones en Potosí-, pasando por Jujuy, la ciudad de Salta y las poblaciones aledañas del Valle de Lerma, el Chaco salteño y el Valle Calchaquí. Los milicianos fueron organizados en unidades de 20 a 30, bajo el mando de jefes locales, llamados “capitanes de Güemes”.

Los gauchos, así organizados, basando su superioridad en el conocimiento del terreno y en su astucia, rechazaron varias incursiones españolas, y seis intentos de invasión: la del brigadier Joaquín de la Pezuela en 1815; la de La Serna en 1817; dos de Pedro Antonio de Olañeta también en 1817; la de Canterac en 1820 y la de Olañeta en 1821, que le cuesta la vida al mismo Güemes.

¿Como obtiene recursos? El gobierno central le proporciona recursos ínfimos, puesto que la prioridad se encuentra en Cuyo, en el ejercito que San Martín esta formando. La mayor parte proviene de la misma provincia (de la cual es gobernador desde 1815), de los impuestos que pesan sobre los comerciantes y los estancieros. Es creado el “Fuero Gaucho”, que es una suerte de condonación de las deudas por el arrendamiento de las tierras, que beneficia a sus soldados, de extracción preponderantemente rural. A medida que la guerra se prolonga, los tributos pesan más y más sobre las clases acomodadas, que ven en dicho estado de combate permanente, un clima poco propicio para el desarrollo de sus actividades lucrativas, especialmente el contrabando. Además, las prerrogativas con que Güemes beneficia a los suyos, van creando una situación que se torna peligrosa para los aristócratas: los gauchos, otrora sumisos, adquieren una nueva visión de su condición, empezando a sentirse y -aun peor- manejarse como ciudadanos...

La guerra gaucha, va adquiriendo un matiz distinto cada día que transcurre. De la liberación del yugo español, se va transitando progresivamente, hacia la liberación de los oprimidos, quienes no habían cambiado, a pesar de que el antiguo régimen había sido depuesto. En 1815 la gente decente había aclamado a Güemes como gobernador. Pero cada año que pasa, ve cada vez mas distanciados al gobernador y a la clase principal, llegando esta inclusive a llamarle tirano. El germen de la traición es inoculado entre los más conspicuos representantes del patriciado salteño, que ven en la intransigencia del jefe patriota, un escollo insalvable para retornar a la tan ansiada paz.

Mientras tanto, los combatientes gauchos, continúan vigilando el ardiente frente. Pelean en medio de las oquedades de las rocas, golpean sorpresivamente las avanzadas españolas, brindan su apoyo incondicional a los pocos guerrilleros que se mantiene firmes en el Alto Perú, a pesar de la represión brutal y sanguinaria que buscaba acallar las voces de esos pueblos. Se sacrifican por cerrar el paso a toda fuerza que vaya en contra de esa palabra nacida a la luz del sol de mayo. Ganan tiempo precioso, puesto que en Cuyo, se esta gestando la magna Expedición. La cual parte finalmente en 1817...

El año 1820 fue muy difícil para las Provincias Unidas del Sur. La Constitución de 1819 había sido rechazada por las Provincias, y el Litoral se hallaba en franca rebeldía contra el poder central, cuya legitimidad estaba desvirtuada, a causa de la soberbia porteña. El Directorio cae y Buenos Aires es una provincia como las demás. Una provincia inmensamente rica, eso sí, que se ha lavado las manos de la expedición Sanmartiniana y que no envía ni un peso a las tropas del norte. En agosto de
1820 Güemes recibe un emisario desde Chile, con despachos firmados por el General San Martín.
Allí le encomienda la erección de un ejército que avance mas allá de la quebrada de Humahuaca, a la par que desde Chile iniciarían el asalto al baluarte realista del Perú. Es designado General en Jefe del Ejército de Observación. Había llegado la hora de atacar. No pasaron dos semanas desde que recibiera esa orden, y ya tenia reunidos 2000 hombres para la empresa que coronaria tantos esfuerzos. Tal vez pensaba Güemes, que su deber era reunirse junto con su General, en la mismísima Lima. Pero requería de armas y municiones. Solicito le entregasen las que pertenecieran al ejército del Norte, que se había disuelto en el motín de la posta de Arequito. Se las negaron. Pidió auxilios a las demás provincias. Santiago del Estero respondió fielmente, juntando hombres y dinero.

Pero el año de 1821, lo encontró rodeado de enemigos. El gobernador de Tucumán, Bernabé Araoz, reticente a contribuir de cualquier forma al fortalecimiento del “tirano” Güemes, ataca Santiago para evitar que esta enviara cualquier apoyo a Salta. Debió nuestro insigne heroe, ir con sus hombres a socorrer a los santiagueños. Esas disensiones en el campo patriota, fueron hábilmente aprovechadas por los españoles. El general Olañeta, avanza sobre Salta. El Cabildo de su ciudad, en mayo, a pesar que Güemes esta ausente, lo destituye, en connivencia con el enemigo... Hasta ofrecen una misa por la “feliz ocupación”. Es la conocida Revolución del Comercio, uno de los episodios mas funestos en las guerras por la independencia, la cual provoco que la victoria definitiva se postergase unos duros años mas.

Puede que en la ciudad haya perdido su poder. Pero en la campaña, su prestigio estaba intacto. El gobernador interino, José Ignacio Gorriti, destruye la vanguardia realista en Jujuy, capturando inclusive a quien la dirigía, el coronel Guillermo Marquiegue.

Güemes retorna rápidamente a su provincia, pero ya los españoles se retiraban. Aunque los otros enemigos quedaban. Los comerciantes habían distribuido cantidades ingentes de dinero entre los soldados que quedaron en la ciudad, con la esperanza de tener una fuerza que rechace al gobernador que volvía. El 31 de mayo, con solo 25 hombres de su escolta, Güemes se presentaba ante los hombres enviados en su contra. Bastaron unas palabras suyas para que todos se pasaran a su lado. En aquella ocasión dijo:

“Por estar a vuestro lado me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros defendáis su propia libertad dando la vida por la Patria. Y os odian a vosotros, porque, os ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos iguales derechos, como hijos de la misma Patria que hemos arrancado del yugo español. ¡Soldados de la Patria, ha llegado el momento de que seáis libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!".
¡Esa era la libertad por la que combatían, ese era el espíritu que insuflaba la Guerra Gaucha!

El comerciante Benítez, cordobés, va hasta el campamento realista, a cumplir la misión que le fue encomendada por sus pares: ofrecer 5000 pesos (obtenidos por una suscripción) y la ayuda necesaria para que los españoles puedan deshacerse del “tirano” que había regresado. Olañeta envía al coronel Valdez, con una selecta tropa de 400 infantes, a terminar con el aborrecido jefe de los gauchos. Guiados por baqueanos, los españoles se adentran en la ciudad y se enfilan a la casa de la hermana de Güemes, en la cual pernoctaba el general. Alertado, evita escapar por una puerta secreta, para no abandonar a su escolta (puesto que la muerte esperaba a los suyos en caso de ser capturados). Logra montar y sortea raudamente los piquetes de fusileros españoles, pero una bala lo hiere gravemente. Era el 7 de junio. Continua, a pesar de la herida. Sus principales oficiales son aprehendidos, varios son pasados por las armas, y otros son dejados vivos para ser cambiados por los prisioneros que tenia Gorriti.

Güemes se moría, a pesar de los cuidados que le dispensaban sus allegados, y por sobre todo sus gauchos, la sombra se cierne sobre su faz. Muere el 17 de junio, no sin antes haber hecho jurar a sus soldados, que expulsarían una vez más al enemigo español de su tierra. Recostado sobre un catre, a la intemperie, se cierran finalmente los ojos de este gran hijo de la Argentina, de este gran Americano. Rodeado por sus gauchos, deja de latir su corazón. Pero habrá escuchado los ecos que le traía la Cordillera. Al otro lado, en el Perú, San Martín, avanzaba irresistible. Los clarines de las fuerzas argentino-chilenas anunciaban el fin de la opresión. Bolívar, desde el Norte, dirige sus bayonetas hacia el núcleo del despotismo ibérico. Tal vez Güemes haya sentido pena al no poder ir al encuentro de su General a Lima, pero ya mas no podía, su vida se le escapaba. Y habrá sentido alivio, porque esos ecos le decían, que su deber estaba cumplido, y que la victoria de los americanos, estaba sellada. Tenía solo 36 años, pero su grandeza esta destinada a perdurar por los siglos. Hasta la muerte de un libre, tiene ribetes de majestuosidad y belleza. Apenas hicieron falta unas semanas para que sus gauchos cumplieran su juramento, arrojando definitivamente a los realistas, quienes ya nunca más hollarían ni Jujuy, ni Salta. Moría un hombre, pero nacía una Patria, una Patria que es inmortal gracias al sacrificio de sus vástagos, altivos y dignos hijos suyos, como el General Martín Miguel de Güemes.

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