MARC AUGE y los NO-LUGARES



Ando estos días preparando un siempre postergado y ahora imprescindible viaje a París. Ciudad fetiche, icono estético y literario, pictórico y cinematográfico, París es uno de esos lugares (y subrayo el concepto «lugar») a las que uno siempre vuelve, o quizá como estado de ánimo melancólico, a modo de paraíso perdido, uno siempre quiere volver. Entre mis papeles rebusco si acaso un plano ya más que sobado de la ciudad, a modo de anticipo iconográfico de lo que anhelo volver a ver. El plano como sustituto fetichista de la ciudad. Las ciudades, libros que se leen con los pies. Como preparación literaria obligada podría recurrir a alguna guía (aburridas todas ellas, pequeños tratados de taxidermistas frustrados), o a releer alguna novela consagrada donde la ciudad sea la protagonista indiscutible (El vientre de París, de Zola, Nuestra señora o los Miserables, de Victor Hugo, Rayuela, de Cortázar, tantas…); podría terminar de una vez el tomazo de Los Pasajes, de W. Benjamín… Esta vez, en cambio, ha caído en mis manos un brevísimo ensayo de Marc Augé, «El metro revisitado», que lleva por subtítulo «El viajero subterráneo veinte años después». En principio un sociólogo no parece poder encarnar al cicerone más interesante para un viaje literario como este. Y quizá el título del libro despiste, si no es por el plano del metro de París que aparece en su sobrecubierta a modo de ilustración. El metro, el de París. O si quieren, de París ¿el metro? ¿Por qué? Uno espera volver al París de su imaginario, al París más simbólico, al «centro» de París. Pero, como el propio Augé nos confirmaba en su ya clásico «Los no lugares», «no hay un solo centro de París»: torre Eiffel, Notre-Dame, la Cité, Trocadero… París es ciudad dividida en veinte distritos, capital del país, y es monumento en sí misma, de tal forma que cada barrio, cada calle, cada monumento, con su propia identidad y su historia rica en acontecimientos, han propiciado la «museificación» de la ciudad. Entonces… ¿cuál es el centro de París? «El centro de París es todo París, es el plano del metro». El metro de París guarda para Augé un profundo sentido literario a descubrir: es un «río que nunca se agota», es una «circulación sanguínea», un «latido de corazón», un «símbolo de vida», un «lugar de lectura», una «metáfora de la vida». Los «no lugares», afirmaba Augé en los ‘90, son tanto «las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes, como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta». ¿Por qué, contradiciendo lo anterior, el metro de París no es un «no-lugar», es decir, por qué es un «lugar»? Los «lugares» son identitarios, relacionales e históricos; en cambio, los «no-lugares» no crean identidad singular, ni relación, sino soledad y similitud, ni dan lugar a la historia, transformada simplemente en espectáculo. En el «no-lugar» reinan la «actualidad y la urgencia del momento presente». Augé revisita el metro de París y sigue viendo en él un lugar cargado de sentido, para él y para aquellos que «hacen normalmente en él el mismo trayecto»: recuerdos, costumbres, itinerarios, las mismas caras cada día, la intimidad corporal con unos y otras, los tramos de escaleras mecánicas, el mismo gesto todos los días moviendo el torniquete de entrada con el billete en la mano, los periódicos gratuitos, el soniquete del aviso de la siguiente parada… El metro «no es un no-lugar para aquellos que continúan percibiéndolo como un elemento esencial del París intra muros, el París indisociable de su metro que han celebrado algunas canciones, algunas películas y algunos textos durante la posguerra y la década de 1950». Y aún así, se cuestiona Augé en este librito, parece que «hoy en día no podemos hablar del metro con las palabras y las ilusiones de ayer». El metro de París aún continua latiendo como metáfora de la vida, aún se identifica con la vida literaria o artística, y aún así, en los últimos años, se ha convertido en una metáfora del irreversible cambio: «el pasajero del metro ha perdido al hilo de los años cualquier ocasión de intercambiar unas cuantas palabras con el conductor, el vendedor de billetes, el empleado encargarlo de picarlos, el jefe de estación o el jefe de tren. Unas pantallas le dan información… El viajero del metro cada vez se encuentra menos en su casa».


Marc Augé

El metro revisitado

Paidós, Barcelona, 2010



Marc Augé antropólogo francés nacido en Poitiers en el año 1935, especializado en la disciplina de etnología. Como docente ha impartido clases de antropología y etnología en la École des hautes études en sciences sociales (EHESS) de París, en la que ocupó el cargo de director entre 1985 y 1995. También ha sido responsable y director de diferentes investigaciones en el Centre national de la recherche scientifique (CNRS). En su obra destaca una valiente aproximación al concepto de la "sobremodernidad" construido a partir de una reflexión sobre la identidad del individuo en función de su relación con los lugares cotidianos y la presencia de la tecnología.

El "no lugar" :Marc Augé acuñó el concepto "no-lugar" para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares". Ejemplos de un no-lugar serían una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado.

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