Octavio Getino vivirá siempre en las pantallas con cine comprometido


El co-realizador del documental “La hora de los hornos” murió ayer a los 77 años, víctima de cáncer. A fines de los 60, integró el mítico Grupo de Cine Liberación, con Fernando Pino Solanas y Gerardo Vallejo.

TENÍA 77 AÑOS PRECURSOR DEL CINE MILITANTE DEJÓ SU INCONFUNDIBLE SELLO
TENÍA 77 AÑOS PRECURSOR DEL CINE MILITANTE DEJÓ SU INCONFUNDIBLE SELLO1/2
En la década del 50 vino de España y en 1964 ganó el premio Casa de las Américas de Cuba por su libro de cuentos “Chulleca”.
El escritor, investigador de medios y director de cine y TV Octavio Getino, uno de los fundadores del Grupo Cine Liberación, y co-realizador de “La hora de los hornos”, falleció ayer a la madrugada a los 77 años a causa de un cáncer.
Nacido en la ciudad de León, en la provincia de Castilla y León, España, el 6 de agosto de 1935, en la década del 50 partió con rumbo a la Argentina y en 1964 ganó el premio Casa de las Américas de Cuba por su libro de cuentos “Chulleca”.
Entre sus múltiples tareas de su juventud, que precedieron a su incorporación al cine militante y al mundo del audiovisual mencionaba la de trabajador metalúrgico, lavacopas y periodista entre otros.
Integró el mítico Grupo de Cine Liberación, con Fernando Pino Solanas y Gerardo Vallejo, con quienes compartió el extenso documental “La hora de los hornos (Notas y testimonios sobre el neocolonialismo, la violencia y la liberación)”, acerca del imperialismo en Latinoamérica, filme hecho con la colaboración del cineasta cubano Santiago Alvarez y exhibido durante años en la clandestinidad.
En ese mismo grupo que proponía la integración latinoamericana y la lucha contra el imperialismo participaron otros cineastas importantes del cine nacional de urgencia como Enrique y Nemesio Juárez
Precisamente en 1968, Getino fue coguionista de “El camino hacia la muerte del viejo Reales”, que dirigió Gerardo Vallejo, y se convirtió en uno de los grandes ejemplos del nuevo cine latinoamericano.
Recién en 1973, con el retorno de la democracia y el triunfo de Héctor J. Cámpora en elecciones que prologaron la vuelta de Juan Domingo Perón, se estrenó comercialmente “La hora de los hornos”.
Entre agosto y noviembre de ese año, precisamente durante el mandato de Cámpora, fue nombrado interventor del Ente de Calificación Cinematográfica que había sido creado durante la dictadura de Juan Carlos Onganía no solo para la calificación sino además para la censura de cine.
Desde ese puesto autorizó numerosos filmes que habían sido prohibidos con anterioridad, como “Ultimo tango en París”, decisión que le significó un proceso judicial.
Tras el golpe militar y tal como ocurrió con otros protagonistas del cine político de la época, fue perseguido y amenazado de muerte y se exilió primero en el Perú, y luego en México, donde continuó su obra fílmica y literaria. Nuevamente en democracia y tras su regreso al país, entre 1989 y 1990 fue director del Instituto Nacional de Cinematografía (en la actualidad Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), del que se marchó en desacuerdo con la política oficial de entonces.
  Una relación distinta con el público
“La hora de los hornos” plantea una relación con el público completamente diferente a lo conocido hasta ese momento el espectador no es más sujeto de entretenimiento, consumidor de un producto terminado, sino un militante potencial al cual hay que orientar el debate. Al extremo que las dos -de tres- últimas partes del documental ( “Acto para la liberación”, sobre los movimientos sindicales y de resistencia argentinos, y “Violencia y liberación”, dedicado a la argumentación ideológica), en determinados momentos expresamente piden que se detenga la proyección y se inicie la discusión en la sala. Las agrupaciones militantes eran alentadas a continuar con la creación colectiva de “La hora de los hornos” quitando o agregando su propio material de acuerdo a su experiencia.
Esta exploración motivó la existencia de hasta diez versiones del film, en una de ellas -la que exhibió la caída la dictadura en 1973- la imagen final del Che era reemplazada por la de Juan Domingo Perón, que por esos años volvía al poder y con quien el Grupo Liberación siempre simpatizó.
Poco antes, cuando la película sólo podía ser proyectada clandestinamente, en sindicatos, viviendas, o en el campo, “La hora de los hornos” incriminaba a sus espectadores. Elegir verla era asumir un riesgo, de alguna manera era comprometerse con este “proyecto de liberación”. Igual, pese a esos pesares, el film se veía a puertas cerradas, muy bien cerradas.

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