RECOMENDACION DEL MES: "El Cuarto Arcano" y la Argentina de 1806

Como ya todas conocen, en “El cuarto arcano” Florencia Bonelli nos presenta a Roger Blackraven y a su “Ángel Negro”, Melody Maguire, en la Buenos Aires del año de 1806 durante la época en que los criollos buscaban concretar su visión de libertad. Roger Blackraven, conde de Stoneville, es un hombre definido por la fidelidad a una sola causa: la suya propia. De naturaleza dominante y autoritaria, desde muy joven ha vivido para ser fuerte, el hombre más poderoso entre sus pares. Es conocido y respetado por la magnitud de sus finanzas y por la influencia política de sus nombres, que lo vinculan estrechamente con las casas reales de Inglaterra, Francia, Italia y España. Todo esto, unido a una voluntad férrea y a una moral sin más definición que la propia, forja a Roger Blackraven, un hombre que hace y deshace a su arbitrio, que se relaciona con quien le place y que no respeta a nadie, ni rey ni plebeyo, por encima de si mismo. Este hombre, cínico, descreído y desapegado, llega a sus tierras del Río de la Plata en un viaje habitual de control de sus negocios hacia el año 1806, dispuesto a formar parte del núcleo del poder propulsor de la independencia de los criollos de la corona de España. Con un gobierno de criollos independientes, Roger beneficiaría a sus negocios internacionales y reforzaría su amplia cartera de inversiones industriales en Sudamérica. En Buenos Aires, conoce a Melody Maguire, apodada “Ángel Negro”, guardiana de los esclavos, una exótica criolla pelirroja, cuya causa es del todo opuesta a la de Roger. Mientras uno lucha para sí mismo, la otra pelea por los débiles; mientras una es insegura y acomplejada, el otro arrolla con su seguridad en si mismo; mientras uno busca incrementar su propio poderío, la otra busca la libertad de quienes ejecutan las órdenes del primero: los esclavos. Polos opuestos son Roger y Melody, el Emperador y el Ángel Negro: fuerza y suavidad, autoridad y flexibilidad, oscuridad y luz. La pasión que se enciende entre la chispa siempre latente del imponente Roger Blackraven y de la justiciera Melody Maguire, los convierte a uno en el resguardo del otro. Roger encuentra en Melody el único cántaro de amor y bondad de su vida y Melody encuentra en Roger el único par de brazos en los cuales quiere esconderse y descubrirse a si misma, en los cuales puede sentirse protegida y en paz. Sin embargo, a pesar del amor que une a Roger y Melody, existen muchos secretos entre ellos; Roger no da explicaciones de su pasado y Melody no le cuenta a él todo lo que hace. Muchos se oponen a la relación del Emperador y el Ángel Negro y las dudas y artimañas diversas mellan la confianza de Melody en Roger. Esa situación, junto con otras obligaciones familiares, hacen que finalmente Roger Blackraven necesite retirarse un tiempo para tomar distancia de la situación, aunque no para alejarse definitivamente de su Isaura, lo cual no haría “ni por encima de su propio cadáver”. “El cuarto arcano” transcurre en un tiempo de gestación de revolución: revolución de los criollos librepensadores contra la corona de España, revolución de los mercaderes liberales contra el comercio monopólico de la metrópoli, rebelión de la amplia población esclavizada en el Río de la Plata contra sus propietarios negreros, revolución del pueblo contra posibles invasores, revolución de la chispa de libertad contra el autoritarismo, revolución que recibe influencias de la Revolución Francesa . Cuando se remonta a la vida de Roger Blackraven y de Melody Maguire, Florencia Bonelli nos lleva también desde Nápoles hasta Irlanda, desde la Francia de Luis XVI a la Inglaterra de Jorge III y Pitt el Joven, desde Carlos III de España y el Delfín Capet hasta Napoleón Bonaparte, desde las aguas turbulentas del Río de la Plata hasta el Océano Atlántico repleto de barcos negreros. “El cuarto arcano” hace mucho más que instruirnos: nos inserta en el corazón de una época; la novela logra un amalgamiento tan sólido entre el argumento y la historia, que el lector se pierde en donde termina la ficción y comienza la realidad y viceversa. Manuel Belgrano y Roger Blackraven. Melody Maguire y Guadalupe de Moreno. Luis XVII y el esclavo Servando. El Marqués de Sobremonte y Alcides Valdez e Inclán. Nicolás Rodríguez Peña y Madame Odile. ¿Dónde comienza la realidad y termina la ficción? Así de fuerte, así de mágica es la capacidad de Florencia Bonelli de fundir sus argumentos con la historia. No puedo dejar de destacar especialmente la contexualización de la época. La investigación de “El cuarto arcano” incluye costumbres no sólo rioplatenses sino también europeas. La vestimenta de los criollos en invierno y verano y las colecciones de un excéntrico corsario cosmopolita, los códigos secretos de mensajes cifrados, la simbología usada por las casas nobles del viejo continente y la vestimenta y los bailes de los esclavos rioplatenses, la arquitectura de las casas criollas y las comidas de aristócratas y esclavos son algunos de los ejemplos del despliegue arquitectónico y cultural que conforma la contextualización de esta novela. Habrá muchas opiniones acerca de “El cuarto arcano”. Roger y Melody no son personajes que puedan pasar desapercibidos. Están dibujados con tal fuerza que despertarán fuertes pasiones. En mi opinión esta novela tiene calidad óptima, tiene el calibre de un clásico y la estirpe de un best seller. Su potencia es única: ardor, bondad, obsesión, erotismo, amargura y misterio impregnan la historia de Roger Blackraven y Melody Maguire. Esta obra tiene historia argentina e historia europea. Por lo mismo, por su gran fuerza y por la narración de su historia, “El cuarto arcano” es una novela vehemente: un volcán de ideas y un frenesí de emociones. Es todo lo que tengo para decir y todo lo que puedo contar sin detallarles el argumento. Por lo demás, en general ya conocen lo que pienso al respecto de las obras revolucionarias y de las grandes historias de amor: juzguen por ustedes mismas. Estoy segura de que estarán de acuerdo conmigo en la increíble calidad y fuerza que podrán sentir cuando conozcan al gran Roger Cuervonegro y a la angelical Melody “Ángel Negro” en esta última gran obra de nuestra extraordinaria Florencia Bonelli.






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