Por sus libros les conoceréis


Nuestros libros dicen mucho de nosotros. Más de lo que quisiéramos. Bien lo sabe Jesús Marchamalo (Madrid, 1960), un hurón de bibliotecas que durante meses husmeó librerías de narradores y poetas. Algunas mastodónticas y babélicas, con decenas de miles de volúmenes, y otras recoletas y casi portátiles. Casi todas tocadas por cierto desorden. Lo que nació como una atractiva sección de un suplemento cultural es ahora un libro, 'Donde se guardan los libros' (Siruela). A su través podemos meter las narices -y los ojos mediante un centenar de fotografías del propio autor- en las bibliotecas de Javier Marías, Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte, Jesús Ferrero, Clara Janés, Soledad Puértolas, Fernando Savater, Gustavo Martín Garzo, Luis Mateo Díez o Antonio Gamoneda, entre otros.
Cada uno de ellos refiere sus filias y sus fobias, sus maniáticas y variadas maneras de relacionarse con los libros, su orden y su desorden en los estantes. Sabemos por este 'inspector de bibliotecas' de los fetiches, las lecturas decisivas, recurrentes o forzadas de nuestros literatos y cómo sus bibliotecas se conformaron a golpes de azar, capricho y herencias.
¿Por sus bibliotecas les conoceréis? «Sin duda. Lo dijo Marguerite Yourcenar y lo constato. Nuestros libros son 'otro' espejo del alma. Y bastante certero. A través de las bibliotecas obtenemos una radiografía bastante cierta del dueño», asegura Marchamalo. «La bibliofilia es una enfermedad común en casi todos los escritores», agrega el también narrador y bibliófilo, que se quedó con las ganas de incluir en este libro de libros los detalles librescos de Juan Marsé y Eduardo Mendoza. La leyenda cuenta que Mendoza se libra de su libros «abandonándolos por aquí y por allá, en asientos de autobús, cafeterías, hoteles. dejando en un personalísimo 'bookcrossing' los libros que le gustan y los que no».
«Todas las bibliotecas son aparentemente diferentes -grandes, pequeñas, el tamaño no importa, anglófilas o francófilas, literarias o ensayísticas- pero todas se conectan mediante hilos comunes, que son los grandes autores y las manías y hábitos de su propietarios», explica Marchamalo. Así «vemos cómo en la biblioteca de Luis Landero se abren puertas que conectan con la de Javier Marías, y en la de Marías con la de Pérez Reverte».
Marchamalo buscó la «singularidad» de cada amante de los libros con los que compartió horas y confidencias bibliófilas. «Buscaba el rasgo definitorio y diferencial de cada personaje. Como el orden extremo y la meticulosidad de un Vargas Llosa que tiene una potente base de datos con los miles de títulos que atesora en sus bibliotecas interconectadas e informatizadas de Madrid, Londres, París, Lima o Nueva York». El Nobel se permite el lujo de contar con un equipo de colaboradores que mantiene este escrupuloso orden «batallando contra su propensión al desorden».
En el polo opuesto cabría situar a Clara Janés, «en permanente batalla con el caos y los ácaros», o a Luis Alberto de Cuenca, «propietario de 40.000 libros que le han ganado la batalla por el espacio en una de sus casas, jalonada de montañas, pilas y columnas de libros que invaden y excluyen casi al dueño». La misma cruenta batalla por el espacio se libra en la casa, no muy grande, de Enrique Vila-Matas, «que con dolor de corazón se deshizo de sus libros de Derecho cuando decidió cambiar de vida y arrojar parte de su pasado para conciliarse con su presente de escritor».
Rincón del caos
«Hasta en la biblioteca más ordenada hay un rincón del caos en el que todo se amontona pendiente de clasificar o leer», acota Marchamalo. No suele haber santuarios «pero sí objetos y libros sagrados». «José María Merino sabe en qué balda está cada uno de esos libros que marcaron su trayectoria; lecturas de infancia que han sobrevivido a mudanzas y avatares. Libros sin gran valor material pero con un impagable valor emocional».
¿Serán las librerías pronto cementerios de papel? «No creo. La guerra entre el papel y lo digital es falsa. Convivirán, como conviven las ediciones de bolsillo y las de lujo. Bites y papel no son excluyentes. Adoro la tecnología, tengo artilugios deliciosos, tableta, pagina web, blog. pero idolatro el papel y esas bibliotecas en las que un libro te lleva a otro, remueve y aviva tus recuerdos , confrontando al lector que eres con el que fuiste».
Ninguno de sus 'bibliopersonajes' se lo puso difícil. La selección se hizo de forma «casi accidental» tratando de casar admiraciones personales con calendarios y agendas de los «radiobibliografiados». A cada uno les pidió tres títulos recomendados: uno propio, otro contemporáneo y un clásico universal. «Ahí nace otra biblioteca muy recomendable».
Periodista y escritor, Jesús Marchamalo ha desarrollado gran parte de su carrera en RNE y TVE. Colaborador de muy diversos medios, ganó los premios Ícaro, Montecarlo y el Nacional de Periodismo Miguel Delibes. Es autor también de 'Las bibliotecas perdidas' (2008) y 'Tocar los libros' (2010).

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